Desde que empezó este año la temporada de Primera División, la polémica esta echada. Una polémica que lo único que hace es avanzar y avanzar creándose una gran bola de nieve que no está beneficiando a nadie y más en los tiempos que corren.
Pero comencemos desde el principio. Un equipo, el Rayo Vallecano femenino, y un presidente, su presidente y dueño del club, Raúl Martín Presa. Desde el inicio de la temporada llevan ambos, un tira y afloja, que poco menos que parar sigue creciendo y sin que tenga un final claro.
El principio de esta historia comenzó en septiembre, cuando el equipo empezó dos jornadas más tarde la liga si causa justificada. Las jugadoras dejaron claro en programas de radio especializados, como el de Onda Cero, que nada tenía que ver con ellas, que no lo entendían y que no les estaba beneficiando para nada. Al final, el equipo arrancó la liga, pero con polémica incluida.
Las jugadoras han hecho de twitter su plataforma de desahogo, para poder publicar todas las quejas sobre todas las cosas que ellas creen que no es un trato justo a jugadoras que el próximo año serán profesionales, y del que este año aunque no haya papel por en medio ya lo están haciendo. Su liga conlleva viajes largo y competiciones a nivel nacional. a parte de fuertes entrenamientos para poder competir con el alto nivel que hay en liga.
Otro caso significativo fue, cuando a mediados de diciembre viajaron a Valencia, para jugar contra el Levante, y a la vuelta del viaje las jugadoras publicaron unas fotos en las redes sociales que se hicieron virales. Esas fotos enseñaban la cena que el club las había ofrecido, unos simples sándwiches de pan integral con dos lonchas de jamón y una pieza de fruta, a unas deportistas que acababan de hacer un sobre esfuerzo físico después de haber jugado un partido de 90 minutos. Y estas hicieron su queja correspondiente en las redes, poniendo en ridículo la imagen del club y de la directiva. A lo que la directiva contestó con una nota aclaratoria que decía que las jugadoras querían parar a comprar comida rápida. Las jugadoras volvieron a contestar que eso era mentira, que trabajan mano a mano con nutricionistas, y que por su dieta no pueden comer ese tipo de comida, y también sumaron que los pagos de las nóminas por parte de la directiva se estaban haciendo tarde o ni se estaban haciendo, a lo que el equipo masculino las apoyó públicamente.
La última ha sido que el Rayo ha jugado esta semana un partido de recuperación contra el Barça en Barcelona, y el caso es que 11 jugadoras del equipo madrileño han tenido que costearse el billete de vuelta por necesidad, porque trabajaban y la vuelta en autobús las habría supuesto no llegar a sus respectivos empleos. El caso es que las jugadoras intentaron explicar a la directiva, que si podía el autobús volver de madrugada, algo que se las negó y las obligaron a hacer noche en la capital catalana.
La situación es que esta guerra de guerrillas se está volviendo cada vez más insufrible por los dos lados, porque a este hecho volvió a contestar la directiva, dando a entender que esta forma de actuar era rebeldía por parte de las jugadoras.
Esta problemática, en la que los medios no podemos ponernos de parte de ninguno de los dos está poniendo en tela de juicio al club. Son ambos lados los que se tienen que sentarse a hablar y llegar a un acuerdo, pero dejar de tener este conflicto abierto y público, que es muy poco ético y deportivo. Nadie es más malo que nadie, ni uno es el verdugo y otro el malo. La directiva, y sobretodo el presidente deben explicar internamente cual es el problema real de su actitud hacia el equipo femenino. Y las jugadoras intentar entender al club y caminar todos juntos hacia el mismo lado. Porque en la guerra no gana nadie, y la imagen que están dando está llegando a unos extremos demasiado dramáticos que puede ser que al final las pueda salpicar también ellas, por mucha razón que tengan.
Autora: Alicia Rodríguez
Fotografía: Rayo Vallecano