Las jugadoras de la orilla del Manzanares volvieron de Suiza como las folclóricas tras hacer las Américas, ¿cantando? Puede que si, razones para ello no faltaban. Pero no, no me refería a esto, el Atleti regresó con una ganancia suculenta. El dos a cuatro era prácticamente una lápida de mármol con la que sellar la tumba del Servette. ¡No! ¡No nos llevemos las manos a la cabeza! Futbolísticamente hablando, claro está.
Dicho así, sin más, parecería que todo está ya hecho, que el cuadro lo ha pintado un artista de pincel melodioso, dócil y sencillo. Sin embargo, la obra tiene más sorpresas e incertidumbres que un lienzo de El Bosco. ¿Por qué? Se preguntaran al unísono los aficionados al fútbol y a la pintura. En primer lugar porque las suizas no van a darse por vencidas hasta que la colegiada nos regale el último silbatazo. Son jugadoras de primer nivel y defenderán su escudo hasta la extenuación. También, y esto es muy importante, porque las colchoneras atraviesan un periodo convulso de juego y resultados. Tras la derrota en el derbi de hace tan solo unos días los recelos y el miedo pueden acentuarse, y no quiero ni imaginar lo que ocurriría si por casualidades del destino, que a veces es muy puñetero, las helvéticas se colocan por delante en el marcador. No, mejor no pensarlo. Este es un partido donde las jugadoras echarán, más si cabe, en falta a su fiel afición, ya que su aliento supondría un extra de energía y vitalidad, como si de una de esas bebidas que te dan alas se tratase, pero con amor, con mucho amor relleno de pasión.
La toma de contacto le llevó al Atleti unos minutos, tras ellos se volcó con la vista puesta en las redes rivales, con la lección bien aprendida, el Servette puede ser un rival inferior, un conjunto sometido pero en un segundo es capaz de plantarse dentro del área contraria y machacarte con un gol. Ocurrió en Suiza, dos veces. Así que con los deberes hechos y tras los desplazamientos de tanteo las colchoneras golpearon por primera vez en el minuto catorce. Gol bonito, simple pero bonito. Saque de esquina y antes de que la pelota contacte con el verde, Santos la empalma y rompe la mallas. El guion del encuentro parecía escrito por cualquier adicto a las rayas rojiblancas, lo que ocurre es que este Atleti sufre la enfermedad de la intermitencia, un mal que puede llegar a ser mortal ya que cuando el equipo se desconecta de la intensidad, desaparece, aunque el rival no, el rival continúa ahí e intenta sacar tajada y por ahí vienen los problemas y la letalidad del mal.
Claro que el Atleti tiene el antídoto, que funciona en los buenos momentos y también en los malos, se llama Ludmila, esa jugadora que nunca está lo suficientemente alejada del balón para que las defensas respiren tranquilas. El Servette en este sentido fue un conjunto valiente ya que en ningún momento se parapetó atrás refugiándose en la seguridad de una nutrida defensa, al contrario, intentó presionar en el centro dificultando las transiciones locales.
Transcurrían los minutos sin que unas cerraran definitivamente el choque y sin que las otras se acercaran a poner en atolladeros al contrincante. Los ojos ya se volvían hacia el vestuario cuando Knaak, activa y eficaz esta noche, le puso el balón a Deyna para que cerrara la primera parte y la eliminatoria. La segunda parte comenzó con desilusión, ¿por qué? Pues porque Ludmila se quedó en el vestuario. Lógico el cambio. Buena para el descanso de la jugadora, malo para el espectáculo. Tras el desencanto vino el pánico, las helvéticas se adueñaban de la situación y lanzaban un balón al poste. Por segundos, tan solo segundos, los fantasmas del desastre hicieron sonar sus cadenas. Tras esto las locales recobraron la lucidez, tomaron la posesión del balón, de la coyuntura, del ritmo y comenzaron a hilvanar fútbol, que de esto se trataba. Dani aprovechó para dar refresco a algunas jugadoras, y el equipo que se encontraba en una dinámica positiva no llegó a notar los cambios, el juego fluía dócilmente como el amor en una comuna hippie.
Llegaron más goles hasta alcanzar la cifra de cinco. Es justo señalar que el Servette a pesar de lo grueso del marcador no dejó en ningún momento de pensar en la portería colchonera. El Atlético sella con buenas sensaciones el pasaporte para octavos de final. Con el deber cumplido ya solo resta esperar rival.
FICHA TÉCNICA
Atlético de Madrid: Pauline, Aleixandri, Tounkara, Van Dongen, Guagni (Bernabé 59), Meseguer (Moore 59´), Santos, Knaak (Elena 74´), Amanda, Deyna (Duggan 59´) y Ludmila (Laurent 46´).
Entrenador: Dani González
Servette: Thalmann, Soulard (Di Pasquale 83´), Abbé, Hurni, Spalti (Tufo 46´), Lagonia, Paula Serrano (Guillioz 74´), Maendly, Arfaoui (Fleury 67´), Sarrasin y Marta Peiró (Dumauthioz 83´)
Entrenador: Eric Severac
Goles: 1-0 Santos 14´. 2-0 Deyna 45´. 3-0 Tounkara 62´. 4-0 Duggan 72´. 5-0 Amanda 93´.
Colegiada: Frida Nielsen (Dinamarca)
Amonestaciones: Tarjeta amarilla para la local Laurent 47´ y para las visitantes Spalti 12´, Sarrasin 16´y Tufo 58´.
Autor: Emilio Mahugo
Fotografías: Atlético de Madrid